Enero de 2011. Somos 7 jóvenes que en busca de respuestas llegamos al Asilo Lira ,ubicado en el distrito de Yanahuara en la región de Arequipa.  

Muchos de los abuelos que viven ahí, lo perdieron todo, familia y hogar, otros, no han perdido nada, porque quizá nunca tuvieron algo. Los que gozan de un poco más de suerte, algo  conservan.

y es el ejercicio de dar, que se recibe.


Nos conduce Eduardo Vizcarra, un jesuita cuya personalidad responde a una combinación entre hipismo, música de los ochentas y amor al prójimo. Él nos presenta ante la hermana  superiora de Lira, diciéndole “Le he traído a estos jóvenes. Ellos han venido a servir a los  ancianos de Lira. No tenga contemplación con ellos hermana, tan solo dígales lo que tienen que hacer y lo harán”. Y es que si para algo estábamos ahí, era para descubrir el significado del  servicio y el cómo servir. Algo que aprenderíamos poco a poco.


La hermana religiosa sonríe ante la dureza fingida del jesuita Eduardo, lo mira como quien  dice “no sea tan duro con los chicos” Eduardo capta la mirada y hace un gesto gracioso que lo  oculta ante ella. La religiosa de inmediato nos extiende la mano a uno por uno, diciéndonos  “Bienvenido”, por su parte, Eduardo cuchichea: “no saben lo que les espera”.


Es mi turno, la hermana me extiende su mano y dice bienvenido. Al cabo de decirle muchas gracias, ella suelta su mano y yo entiendo claramente la definición del servicio “Dar todo de  sí por el otro”. Había tocado de cerca las manos del servicio, se sentían ásperas, carentes de  cualquier cuidado cosmético, prestas a tomar acción en donde se las llame, sin hacer cuenta  del espacio, el tiempo y el lugar.


La pregunta inicial ¿Qué es el servicio? iba fortaleciéndose en respuesta, la segunda ¿cómo servir? Se va aprendiendo en el camino - a servir se aprende sirviendo - día tras días servíamos  a los ancianos, prestos a su disposición los bañábamos, cortábamos sus uñas y servíamos de  comer. Algunos días conversábamos, otros días solo los escuchábamos.


Cuando el ser humano llega a la vejez, guarda todo lo vivido en su corazón. La memoria empieza a jugar en contra, y son las emociones y sentimientos son lo que quedan. Los  huéspedes de Lira nos relatan sus historias, nos acompañan con la mirada, quisieran correr,  reír y jugar con nosotros, pero la energía vital, se los impide.


Una nueva pregunta aparece en el camino ¿Cuál es el sentido de servir a los pobres? La misma que se resuelve de inmediato, al ver las actitudes, sonrisas naturales y abrazos que no se hacen  esperar por parte de quienes colaboran en Lira (entre religiosas y voluntarios). Todos ellos,  abren sus brazos a los más pobres y dan una clara bienvenida a quienes necesitan de amor.


Nuestra experiencia de servicio en Lira termina dos semanas después. Las despedidas son tristes, aún recuerdo los rostros y emociones de todos. La sabiduría se acentúa con los años,  y las manos del servicio, se vuelven suaves ante quienes esperan un motivo para celebrar y agradecer la vida.